Lo dijo Arthur C. Clarke: “Cuando una tecnología es lo suficientemente avanzada es indistinguible a la magia“.
Las primeras apariciones de “magia” dependían de la habilidad manual del mago, como Alcifrón de la Grecia del 200 a.C. Fue probablemente el primer mago tripero de la historia. Él ponía tres tacitas sobre una mesa y luego aparecían unos guijarros bajo cada taza, después en su boca y por último en sus oídos y narices de los espectadores.
En 1840, en Francia, Jean Eugéne Robert-Houdin, invitaba a un espectador a que levantara una caja ligera, luego activaba un imán secreto bajo el escenario que atraía el metal oculto en la caja y la hacía más pesada.
Eliaser Bamberg en Holanda, en 1973, fue amputada de una pierna debido a una lesión en el ejercicio militar, usaba su prótesis hueca para poder desaparecer objetos. Fue apodado por ello como “El diablo cojo”.
Más cercano, en 1933, en la India, el mago y estudioso de la magia bengalí, Pratul Chandra Sorcar, popularizó e ideó muchos trucos de magia, unos que son clásicos, como el del número con cuerdas y la ilusión de la alfombra voladora.
Wolfgang von Kempelen, “El Turco”, hizo un acto que fue una estafa en 1769, donde un supuesto autómata jugaba ajedrez en una cabina de madera de un metro veinte de largo y sesenta centímetros de profundidad. Un maniquí vestido con túnica y turbante estaba sentado sobre él. Esto era una ilusión óptica bien elaborada que permitía a un maestro del ajedrez esconderse en su interior para operar el maniquí. En 1809, “El Turco” derrotó a Napoleón Bonaparte en Schönbrunn en la campaña de la Batalla de Wagram.
John Nevil Maskelyne, era un célebre mago que había fundado el Círculo Mágico, inventó la ilusión de la levitación horizontal. Jasper Maskelyne, su hijo, le siguió sus pasos pero en la Segunda Guerra Mundial dejó los teatros y combatió en el ejercito.
Se apuntó en la sección de camuflaje del Cuerpo de Ingenieros en África, en la A Force, un grupo de inteligencia y contraespionaje especializado en confundir tropas enemigas. La misión de Maskelyne, era conseguir que el puerto de Alejandría fuera invisible en la noche para evitar un ataque alemán.
Ahí se ganó el apodo de “Magic Gang”, porque ordenó construir una réplica exacta del puerto, con cartón piedra y recreó con materiales baratos la ciudad a 3 millas de distancia. Tenía edificios, un faro propio, polvorín, depósitos de combustible y un oleoducto hecho con bidones de gasolina.
Al final los alemanes bombardearon aquella escueta ciudadela mientras Maskelyne y sus compañeros se reían a unas cuantas millas.