Las imágenes sorprendían a quien veía en la pantalla cómo miembros del Estado Islámico (EI) destruían el tesoro histórico de la civilización de Asiria, cuyos vestigios estuvieron enterrados durante más de 2 mil 500 años y que fueron descubiertos hace 170 años.
George Smith es el nombre de quien examinara una tableta de arcilla rota para darse cuenta que era uno de los miles de fragmentos encontrados en excavaciones al norte de Irak. La escritura cuneiforme evidenciaba que aquellas inscripciones tuvieron que haber sido hechas en la milenaria y antigua Mesopotamia.
Esa tarde de 1872 en el Museo Británico, Smith descubría que su tableta contaba una historia, sobre un mundo ahogado por un diluvio, un hombre que construye un bote y una paloma liberada para buscar tierra firme.
En efecto, Smith estaba viendo una versión del Arca de Noe, pero no la del libro del Génesis, sino una predecesora.
Gilgamesh
Aquel poema épico que había descubierto Smith era el de Gilgamesh, inscrito en esa arcilla húmeda alrededor de 1800 a.C., mil años antes de la composición de la Biblia judía del Antiguo Testamento cristiano.
Se denominó la “Tablilla XI“, exponiendo varias tradiciones del diluvio que describe la Biblia, pero la tableta de Smith , era mucho más antigua que la del más viejo manuscrito del Génesis.
Meses después Smith, estaba frente al primer ministro de la Sociedad para la Arqueología Bíblica en Londres, William Gladstone, a quien leyó la traducción de la tableta. Esta era la primera vez que una audiencia escuchaba la “Epopeya de Gilgamesh” luego de 2 mil años de permanecer guardada. Aunque para algunos representó alegría porque corroboraba la verdad esencial de la Biblia, a otros les pareció que aquel hallazgo era problemático.
15 años antes “El origen de las especies” de Charles Darwin hacía eco junto a esta tablilla para hacer temblar al cristianismo.
Asiria
Los asirios constituyeron una potencia integral, sus rastros se refugiaron debajo de la tierra. La historia de cómo la Tablilla XI emergió de aquel barro del norte de Irak comienza en Kouyunjik, uno de los sitios arqueológicos que precisamente EI explora y destruye sin consciencia
La ciudad donde permanecía la Tablilla XI está al frente de Mosul, en la ribera del Tigris, que hace 2 mil 700 años era parte de Nínive, la última capital de los asirios.
Cuando fue una potencia, los asirios dominaban las costas del Golfo Pérsico hasta las montañas de Anatolia y las llanuras aluviales de Egipto. Fueron dominantes unos 300 años, entre 900 y 600 a.C., y aunque se diga lo mismo de otras civilizaciones, Asiria fue la civilización más avanzada que jamás se halla visto.
En 612 a.C., Nínive fue saqueada por una rebelión liderada por los babilonios, dejando a la ciudad en ruinas, con sus palacios ardiendo y sus habitantes muertos y esclavizados.
Con el tiempo el polvo se asentó en aquella civilización para guardar sus vestigios durante 2 mil años, hasta que Hormuzd Rassam, encontrara sus rastros en 1853. Rassam había crecido en Mosul, del otro lado del río.
Rassam había sido designado por el Museo Británico para ser el líder de la excavación arqueológica más importante de aquellos días. Fue el primer arqueólogo nacido y criado en Medio Oriente, perteneciente a una familia cristiana caldea, descendientes de los antiguos asirios que se convirtieron al cristianismo en el siglo IV, se habían mantenido en distintas poblaciones árabes y kurdas en Irak. En otras palabras, se trata de la comunidad que ha sido forzada por EI a convertirse al islam, a pagar impuestos y que han sido asesinados.
Pero los tiempos de Rassam no eran así. En 1945 en aquel pueblo pacífico y con 19 años conoció a Austen Henry Layard, un aventurero que estaba en Medio Oriente montando a caballo a finales de la década de 1830 con mucho dinero y revólveres.
El olfato de Layard fue atraído porque Mosul ya había visto los templos de Petra y Baalbek, más las ciudades de Damasco y Alepo, pero habían ruinas no excavadas las que sedujeron a Layard.
“Cuando se ocultaba el Sol, vi por primera vez el gran montículo cónico de Nimrud erigiéndose contra el claro cielo vespertino. Estaba en el lado opuesto del río y no muy lejos, y me dejó una impresión que nunca olvidaré… mis pensamientos constantemente están en la posibilidad de explorar exhaustivamente con una pala esas grandiosas ruinas”.
Layard topó su pala contra el contorno de un palacio real en el verano de 1845, en Nimrud, a unos 30 kilómetros de Mosul, el mismo lugar que EI empezó a demoler en 2015.
Una semana después extraía enormes planchas de alabastro que cubrían las paredes, mismas que retrataban el poder del rey asirio y la postración de sus enemigos.
3 a 4 años más tarde, Layard había desenterrado la civilización más antigua de Asiria, un lugar que se conocía solo por las páginas de la Biblia.
Rassam y Layard hicieron un lazo exitoso y complementario que les permitió acceder casi por completo a los vestigios descubiertos. A través de una balsa de tablas de madera y pieles de cabra infladas, trasladaban aquellas reliquias al Museo Británico, a donde se fueron algunas de las obras.
La puerta de Nergal fue uno de los descubrimientos más emblemáticos del muro norteño de Nínive, la misma puerta en la que un yihadista de EI grabó un manifiesto contra el politeísmo y la idolatría del mundo preislámico.
Layard la describía como “un par de majestuosos toros con cabezas humanas, de 14 pies de largo y todavía enteros, aunque agrietados y averiados por el fuego”.
Esos toros eran conocidos como Lamassu, bestias que estaban en las puertas de las ciudades asirias para intimidar a los enemigos y que en 2015 miembros de EI con un taladro neumático rompían su cara.
Jonás voló en pedazos con explosivos
En uno de los dos pequeños antiguos montículos de Nínive, había un santuario que los ciudadanos llamaban Nebi Yunus. Un lugar donde estaba enterrado el profeta Jonás, según decían. Este fue un lugar de oración y peregrinación para cristianos y musulmanes.
Jonás es el protagonista del relato bíblico que cuenta cómo fue tragado por un “gran pez” y luego es vomitado para seguir su camino hacia Nínive.
Layard y Rassam respetaron límites en sus excavaciones, siendo conscientes del tesoro que yacía en aquellas planicies. Sabían que que uno de esos montículos Jonás descansaba, en un palacio real, pero como era un lugar sagrado, no profanaron la tumba.
El 24 de julio de 2014, EI rellenó de explosivos Nebi Yunus y Jonás voló en pedazos.