Luego de muerto el cuerpo continúa realizando procesos orgánicos que contribuyen a la descomposición del mismo.
Algor mortis
Son los primeros minutos a partir de que morimos. El corazón deja de latir y la característica de esta etapa es que la temperatura corporal empieza a caer un grado cada hora hasta que alcanzamos la temperatura ambiente. Cuando ocurre el “algor mortis”, la sangre se convierte ácida y el dióxido de carbono sube, las células se abren debido a esto, liberando enzimas hacia los tejidos que empiezan a digerirse a sí mismas.
Livor mortis
La sangre cae debido a la gravedad y a pesar del tono blanco de la piel, las células rojas comienzan a concentrarse en zonas del cuerpo cercanas al suelo, entonces se empiezan a formar pequeñas marcas púrpura conocidas como “livor mortis”, con ellas los médicos y forenses pueden conocer en qué posición murió la persona pudiendo aproximarse a la hora en que el cuerpo falleció.
Rigor mortis
Aproximadamente tres o cuatro horas después de haber muerto, el cuerpo se endurece, debido a que los yacimientos de calcio en las membranas de los músculos desbordan células, provocando contracciones y endurecimiento. El punto máximo de este proceso llega a las 12 horas después de muerto y concluye 48 horas más tarde.
Putrescina y cadaverina
Etapa en la que el cuerpo se va comiendo a sí mismo. Las enzimas del páncreas hacen que este órgano empiece esta revolución y las bacterias que han pasado con nosotros toda la vida empiezan a alimentarse desde a dentro hacia afuera, a medida que esta fase transcurre, secretan putrescina y cadaverina, compuestos que provocan el mal olor.
La cera
Si un cadáver entra en contacto con el suelo frío o agua, podría desarrollar adipocira o conocida también como “grasa de cadáver”, material que se forma cuando las bacterias rompen el tejido blanco. Este es un preservador natural de los órganos internos y puede hacer creer a los investigadores que los cuerpos llevan muertos menos tiempo del que en realidad es.