A través de un beso en la boca se pueden traspasar hasta 800 millones de bacterias y no todas buenas.
Es difícil definir en qué punto de la historia los humanos empezaron a besarse en la boca, una práctica que podría parecer hasta asquerosa, pero que es producto de placer en nuestros días.
Pero no en todas las culturas se practica. De 168 culturas solo el 46 por ciento de las sociedades se besan en la boca como un gesto romántico. Este dato destruye el anterior que afirmaba que era común que el 90 por ciento de las culturas del mundo lo hicieran. ¿Cuál es la diferencia? Se excluyeron los besos entre padres e hijos y solo se examinó el beso romántico que se dan las parejas en los labios.
Las sociedades catalogadas como “cazadoras-recolectoras” no presentaron evidencias de que sus miembros se besen y tampoco de que tengan deseos de hacerlo.
En Brasil, si se le llama “beso romántico” es intolerable, al menos para la tribu mehinaku.
No se practica en todas las culturas
Por eso no se considera el beso un comportamiento universal, según William Jankowiak de la Universidad de Nevada. El beso se originó en las sociedades occidentales como una costumbre que pasó de generación en generación y hay indicios de ser una invención nueva, según Rafael Wlodarski, de la Universidad de Oxford, Reino Unido.
Wlodarski ha pasado años buscando las evidencias de cómo ha cambiado esta práctica y la prueba más antigua que encontró, fue en unos textos sánscrito de hace más de 3 mil 500 años, donde se describe el beso como la acción de inhalar el alma del otro.
“Besarse es una manera de acercarse lo suficiente como para olfatear los genes de la potencial pareja”.
También se descubrieron jeroglíficos egipcios con figuras humanas cerca de otras pero no con los labios pegados y en los animales puede estar la respuesta de dónde surge el beso.
Los chimpancés y los bonobos, conocidos como chimpancés pigmeos, se besan.
El investigador Frans de Wall de la Universidad Emory en Atlanta, Estados Unidos, es testigo de ello por la observación constante que mantiene con chimpancés y ha visto cómo se besan y abrazan después de haberse peleado, osea que, se produce más entre machos que entre hembras y es una forma de reconciliación, no un comportamiento romántico.
Los bonobos se besan más frecuentemente, muchas veces utilizan la lengua al hacerlo. Esto no es para nada sorprendente para quienes los observan con más frecuencia, ya que son unos seres muy sexuales.
Los humanos al encontrarse, se estrechan la mano, los bonobos tienen sexo, es su forma de saludarse. También tienen sexo en otras situaciones, pero aún así, sus besos no son particularmente románticos.
El resto de animales, por lo que se sabe hasta ahora, no se besan.
Los jabalíes machos, producen un olor que las hembras encuentran atractivo. La clave son las feromonas que se llaman “androstenonas”, que producen en las hembras el deseo de aparearse.
Además en muchas especies, las hembras usan el olfato para identificar buenas parejas. Lo cual encuentran positivo, ya que los machos con más androstenonas también son los más fértiles. Y su sentido del olfato es tan preciso que ni siquiera necesitan acercarse para besar a los machos.
La hembra del hámster, emite una feromona que excita a los machos. Los ratones siguen un rastro químico para encontrar parejas genéticamente diferentes para minimizar el incesto accidental.
Además de los mamíferos, el macho de la viuda negra, una especie de araña, puede oler las feromonas producidas por una hembra y saber si recientemente comió o no y gracias a eso puede aparearse con la que ya lo haya hecho, esto para minimizar el riesgo de ser devorado.
Pero el olfato de los humanos es tan terrible, que necesitan acercarse. Y aunque no sea determinante el olfato para nuestra selección, si juega un papel importante.
En 1995 se hizo una investigación que concluyó que las mujeres y los ratones, prefieren el olor de los hombres que son genéticamente distintos a ellas.
Lo anterior tiene sentido, ya que al aparearse con una pareja con genes diferentes, aumentan las posibilidades de tener una descendencia saludable. Besarse acerca a esa potencial pareja para olfatear los genes que se tendrían.
“Las feromonas juegan un gran papel para los mamíferos a la hora de elegir pareja”, dice Wlodarski. “Y nosotros hemos heredado toda nuestra biología de los mamíferos, sólo le hemos añadido unos cuantos matices con la evolución”, añade.
El acercamiento para olfatear, produjo que llegáramos al contacto físico de los labios, pero señalar cuándo ocurrió esto es difícil.
Así que si ahora quieres encontrar pareja, será mejor que empieces a olfatear gente.